Un buen divorcio.
Aunque los datos aportados por los tribunales de Málaga señalan una mayoría de divorcios consensuados y solo un 17% de divorcios judiciales, en realidad la batalla entre los ex cónyuges continúa más o menos silenciosa durante muchos años, fuera de las salas de audiencias.
Incluso si la separación se considera correcta y beneficiosa para ambos, continuamos experimentándola inconscientemente como un abandono. Discutir puede convertirse en una forma de mantener un vínculo, como si prefieres no querer olvidar la pasión incluso a condición de vivirla con el signo contrario, o puede ayudar ilusoriamente a distanciarte más fácilmente. Esto es aún más cierto en los casos de vínculos muy simbióticos donde la pareja es una especie de extensión de sí mismo y la separación resulta como una pérdida de partes de la propia identidad.
En Andalucía hay alrededor de 2,2 millones de familias divorciadas o separadas en cuatro décadas, el 60% de las cuales tienen hijos. Más allá del resultado judicial, ¿cuántos ex cónyuges saben cómo ir más allá del conflicto para restablecer la posibilidad de seguir siendo padres? ¿Cuántos logran deshacerse del vestido de la ira para llevar el de conciencia de sus emociones y llegar a una co-paternidad aceptable?
Los psicólogos sabemos que las separaciones son dolorosas para los niños, no solo porque constituyen una situación de pérdida y sufrimiento, sino también porque ellos mismos muchas veces se ven envueltos en una guerra familiar.
Para muchos es irresistible la tentación, cuando se sienten traicionados y decepcionados, de restaurar la herida justo donde su o su ex es más vulnerable, la relación con los hijos. Así sucede que los chicos son tiranizados por ambos lados, asimilados al socio en sus aspectos indeseados o cooptados como aliados. Se pueden establecer verdaderos círculos viciosos en los que cada uno de los dos intenta sabotear la relación del otro con sus hijos, a veces realmente lo consigue.
Muchos niños sienten que deben hacerse cargo de un padre triste y reemplazar al padre ausente. El riesgo es hacer pareja y crear demasiada complicidad, poniendo sobre los hombros de los pequeños la tarea imposible de ser padres o psicólogos de sus padres. El proyecto de crecimiento, que se siente culpable con respecto a una solicitud de ayuda, puede, por tanto, ralentizarse. Algunos niños sufren en silencio, se retiran perdiendo la esperanza en el futuro, otros expresan su malestar utilizando comportamientos provocativos.
Es evidente que los niños son las verdaderas víctimas de los juegos de la masacre entre sus padres: están en el medio, a merced de las olas, y pueden implementar estrategias reales de rescate que muchas veces son arriesgadas para salvaguardar el vínculo con sus padres. .
Los niños, los jóvenes tienen muchas dudas y muchas ansiedades, pero ¿quién los escucha en este tumulto? Una de las cosas que reprochan a los padres incluso después de años es que se han quedado a oscuras con las preguntas encerradas en la mente y en el corazón: los pequeños tienen miedo de preguntarles, por miedo a quedarse colgados en el vacío o que puedan hacerlos sentir incómodos o incómodos, dañar a alguien que aman. Si los padres son capaces de escucharlos sin miedo a sentir su sufrimiento, que tal vez se magnifique debido a sus propios sentimientos de culpa, se les puede ayudar a descubrir recursos insospechados.
El buen divorcio no puede ni debe caracterizarse por fracturas irreparables porque los lazos no se anulan sino que, en todo caso, se transforman con el tiempo. Uno puede separarse conscientemente con la sincera intención de no hacerse daño y no herir a los hijos, para llegar pacíficamente a una custodia compartida o incluso a una «coparentalidad» que esté presente en la vida de ambos, con la posibilidad de ser capaces de reunirse alrededor de una mesa para cenar con motivo de un cumpleaños o una bonita boleta de calificaciones.
Lograr un «buen divorcio» requiere tiempo, paciencia y voluntad, así como el apoyo de grupos de profesionales con experiencia en prácticas conciliatorias, divorcios amistosos, instructores de divorcio mediado y relaciones pacíficas. De este modo, los escenarios tormentosos pueden modificarse gracias a la intervención de terceros que ayudan a distinguir entre fantasmas y dificultades reales.
La ayuda externa debe acompañar paso a paso en un viaje paradójico: la muerte de un proyecto juntos que de alguna manera debe seguir viviendo porque son necesarias formas de alianza y cooperación para seguir siendo padres.
Terapia de Pareja en Málaga