Desde hace algunos años la palabra ghosting ha entrado en la jerga común.
El ghosting («desaparecer como un fantasma») es un fenómeno cada vez más extendido en las relaciones interpersonales. Según algunas investigaciones, basadas en entrevistas con usuarios de aplicaciones de citas, el ghosting no tiene género y afecta principalmente a personas de entre 18 y 30 años. Ghosting significa retirarse repentinamente de una relación. Después de un período de asistencia (incluso intensa), de repente, las llamadas y los mensajes quedan sin respuesta y casi todos los rastros de la otra persona se pierden.
En la era digital, tener un perfil social actualizado y dar testimonio de las actividades diarias es la norma. Sin embargo, en las relaciones interpersonales una tendencia actual es terminar una relación sin dar ninguna explicación.
Pero, ¿por qué hacemos ghosting? ¿Y a qué se debe su difusión?
Cómo sucede el efecto Ghosting
Los ghosting optan por desaparecer, eliminando cualquier forma de contacto y dejando al otro como «abandonado».
La propagación del efecto ghosting se debe, entre otras cosas, a la facilidad con la que es posible «desaparecer en el aire». De repente, el -o la- ghoster (así se llaman los que desaparecen como un fantasma) ya no responde llamadas, mensajes, e-mails y bloquea a la otra persona en todas las redes sociales.
¿Por qué una persona fantasma?
¿Qué hace que una persona se comporte como un fantasma? Entender las motivaciones de un ghoster es complejo porque, de hecho, las causas son muchas.
La primera variable a considerar es la viabilidad de este comportamiento: el ghosting ocurre porque es fácil de implementar. No hay explicaciones ni conversaciones difíciles. Archivar una relación evitando las propias responsabilidades es más fácil y menos doloroso. Así como es sencillo aprovechar los métodos interactivos de las redes sociales para encontrar nuevos contactos, es igualmente sencillo e inmediato cancelar el chat, bloquear el contacto y no ser escuchado más.
Las personas se abstienen de la relación y la confrontación, no asumiendo la responsabilidad de cerrar la relación y evitando jugar la parte mala de la situación. Desde su punto de vista, desaparecer y no dar respuestas explícitas puede hacer menos daño que exponer claramente los propios pensamientos. Es un punto de vista único, el ghoster no tiene la percepción de lo que su propio comportamiento puede generar en el otro, está totalmente centrado en sí mismo y en cómo mantener intacta su fachada.
También están los que optan por comportarse de forma menos drástica, no por desaparecer en el aire sino por mantener enganchada a la otra persona y volver a aparecer de forma puntual. Es el caso de orbitar (orbitar alrededor del otro) o de mantenerse en el banquillo, actitud en la que uno tiende a poner al otro en suspenso, manteniendo vivo su interés y alimentando expectativas, a pesar de la clara intención de no querer tener una relación seria.
Los efectos en la persona receptora.
No todas las personas reaccionan de la misma manera. Sin embargo, el fantasma generalmente provoca una sensación de incomodidad, que puede manifestarse en diversas reacciones emocionales y de comportamiento. Entre estas reacciones, las más frecuentes son el enfado por no haber recibido explicaciones, la idea de haber sido dejado sin motivo; el sentimiento de culpa y la idea de haber hecho un mal movimiento que molestó al otro. Las emociones son a menudo confusas y conflictivas: los que son abandonados quedan en suspenso esperando una respuesta que nunca llegará.
Este estado de ánimo puede aumentar las inseguridades en las relaciones y la confianza en el otro («¿En quién puedo confiar la próxima vez?»), Disminuir la autoestima («¡Hice algo mal, es mi culpa!»), Producir comportamientos obsesivos de búsqueda del otro. En definitiva, la otra persona se convierte en el punto fijo de nuestros pensamientos, queremos saber dónde está, con quién, qué está haciendo.
Cómo defenderse.
Lo primero que debe hacer para defenderse del efecto fantasma es comprender que es normal sentirse confundido y desestabilizado. Las emociones que sientes ciertamente no son agradables ni deseables. El proceso de elaboración puede ser largo y tortuoso y requerirá una buena dosis de aceptación y cuidado contigo mismo.
Evitemos la cavilación y la autocrítica. Sería mejor no seguir buscando a la otra persona y no seguir pensando en lo que podríamos haber hecho diferente. Es mejor dedicarse a cultivar otras relaciones que puedan hacernos sentir más tranquilos o emprender nuevas actividades que puedan darnos alivio y hacernos recuperar la sensación de gratificación.
Hay situaciones en las que la mera determinación de superar el abandono no es suficiente. A veces sucede que te engancha tanto la idea de tener una relación, de ser querido y deseado por otra persona, que corres el riesgo de perder de vista tus propias necesidades. Sucede, pues, que eres incapaz de desprenderte de la idea del otro, no consigues dedicarte a otras relaciones y te encierras en ti mismo.
No te hagas la ilusión de tener la situación bajo control, reconocer que tienes un problema es el primer paso hacia el cambio. En este caso, contar con la ayuda de un profesional te permitirá tomar conciencia de tu estilo relacional y te ayudará a conocer información adicional sobre ti.
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